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Los seres humanos estamos acostumbrados a convivir en equilibrio con microorganismos (hongos, virus y bacterias) que se establecen sobre determinadas partes de nuestro cuerpo como las mucosas de nariz, garganta, intestino, boca, respiratorias, del sistema genitourinario o a lo largo de la piel.
Todos estos microorganismos forman lo que se conoce como flora saprófita, que tiene funciones tan importantes como la de impedir que otros microorganismos patógenos colonicen y se desarrollen en nuestro organismo. Si esto ocurriera, estaríamos ante una infección bacteriana, vírica o fúngica según esté causada por bacterias, virus u hongos respectivamente. Para ello, el organismo hace uso de diferentes obstáculos como la formación de moco, la flora saprófita o la acidez del estómago, que impidan la entrada de estos gérmenes.
Diversos factores medioambientales, como el consumo de medicación y en especial de antibióticos, la alimentación, hábitos higiénicos, condiciones sanitarias, contaminación ambiental… influyen en la variedad y tipo de microorganismos que constituyen la flora saprófita de cada uno de nosotros y, por lo tanto, en lo protegido o no que estemos frente a la colonización de gérmenes que nos puedan llevar a desarrollar algún tipo de infección como la que ahora vamos a tratar, la cistitis.
Se llama cistitis a cualquier inflamación, bien sea de carácter agudo o crónico, que se produce en la vejiga urinaria.
La mayor parte de las veces, esta inflamación viene causada por una infección de tipo bacteriano. En este caso hablaremos de que el paciente sufre una infección urinaria.
También es posible, aunque menos frecuente, que la inflamación de la vejiga se deba a otros factores tales como causas emocionales, radioterapia, uso de sondas urinarias, espermicidas, el uso de determinados medicamentos o como consecuencia directa de otra enfermedad.
La mayor parte de las veces, esta inflamación viene causada por una infección o desequilibro de tipo bacteriano.
La infección urinaria es la enfermedad más frecuente del tracto urinario y la infección más común en el ámbito hospitalario. En la mayoría de los casos, esta infección está causada por una bacteria que es común en el intestino, la Escherichia coli. Estos microorganismos pasan a la uretra y de allí suben a la vejiga, pudiendo causar infección. La mayor parte de las veces, el propio organismo elimina estas bacterias directamente mediante la orina. No obstante, éstas pueden adherirse a la pared de la uretra y/o vejiga y comenzar a multiplicarse, pudiendo llegar a los riñones.
Debido a que la uretra es más corta en mujeres que en hombres, éstas son más propensas a padecer infecciones urinarias. Además, esta probabilidad aumenta cuando se usa diafragma, se tienen relaciones sexuales, durante el embarazo o cuando ha entrado en la menopausia.
Para confirmar la existencia de una infección urinaria el médico deberá ordenar varias actuaciones (analítica de orina, cultivo de la muestra, antibiograma), y así recomendar el tratamiento más acertado. Sobre todo si estamos hablando de cistitis de repetición.
La cistitis suele manifestarse con la necesidad de orinar muchas veces durante el día o la noche, pero con volúmenes inferiores a lo normal (polaquiuria). Muchas veces, incluso se nota una necesidad urgente de orinar (tenesmo vesical) pero, sin embargo, cuando se llega al baño apenas se expulsa orina. También puede ir acompañada de dolor, escozor, sangrado e incluso eliminación difícil o incompleta de la orina (disuria).
En algunos casos se puede presentar fiebre, y puede tornarse en un problema de salud grave si la infección llega a los riñones.
Usualmente, las cistitis se tratan con fármacos, que elegirá el profesional de la salud en función del tipo de microorganismo que haya producido los síntomas.
Si la infección está causada por bacterias, el tratamiento de elección serán los antibióticos que trabajarán para destruirlas e impedirán su multiplicación. En función del tipo de bacteria que haya colonizado el tracto urinario, se utilizará un antibiótico u otro, para lo cual se habrá realizado previamente un cultivo y un antibiograma.
En el caso de que la infección la haya causado un virus se optará por un tratamiento sintomático, ya que en estos casos la mayoría de veces se trata de infecciones víricas poco preocupantes.
Si la cistitis tiene su origen en Hongos o Parásitos, utilizaremos antifúngicos y antiparasitarios respectivamente.
Una dieta alcalina a base de cereales integrales, legumbres, la mayoría de verduras y hortalizas, algas, frutos secos y semillas, fruta, germinados, fruta desecada, pescado azul, lácteos fermentados y aceite de oliva de primera prensión, podría ayudar a nuestro organismo a revertir la acidez presente.
La toma de complementos alimenticios a base de cepas probióticas podría ser complemento ideal a cualquier tratamiento para disbiosis tanto a nivel intestinal como vaginal, consulte con un profesional de la salud antes de suplementarse.
Se considera interesante la toma de estos probióticos siempre que se va a tomar antibiótico para apoyar el mantenimiento de una microbiota estable y saludable.
Para prevenir la aparición de cistitis es aconsejable beber mucho líquido y evitar alimentos picantes, el consumo de alcohol o de bebidas con gas. Se recomienda el uso de ropa de algodón, poco ceñida y evitar mantener puesta ropa que esté húmeda (como los bañadores en verano).
Es también recomendable no aguantar la orina en la vejiga más de la cuenta (aguantar las ganas de ir al baño) ya que, debido a que la orina no es un líquido estéril, favorecería el crecimiento de bacterias desembocando en infecciones urinarias que además podrían ser recurrentes.
Debido a la relación y proximidad del sistema digestivo con el urinario también es aconsejable mantener una buena salud intestinal ya que, si las paredes intestinales no se encuentran en perfecto estado, los microorganismos patógenos podrían pasar desde el intestino a la vejiga a través de las paredes mucosas.
En conclusión, la cistitis es una patología que es conveniente vigilar, sobre todo en aquellas personas que son propensas a padecerla. Si es así, es importante prevenirla desde la dieta y la suplementación.
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